Balada nocturna.


Su sonrisa rebelde grita amor, alegría.
Sus ojos mascullan esperanza.
Huele a hogar, a cariño.
Tan dulce y suave como el algodón de azúcar.

También es hielo y piedra,
moldeada en mármol y esculpida por las mejores conciencias,
pero como toda estatua,
sabe que tiene final, que igual que se crea se destruye.

Corretea perdida entre un mar de gente,
qué gasta más, en tecnología, que en su vida.
Cuando cae la noche,
sueña con cuentos de princesas,
reconoce su contradicción.
Pues sabe bien, que lo que más bonito parece, es lo que más duele.
Pero también sabe,
qué hasta el chocolate más puro, endulza,
y que la fruta más amarga, madura.

Se mantiene cuerda bajo la esperanza,
aunque se esconda tras letras y metáforas.

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