El mensaje de mi botella.

Las cicatrices de mi piel se pueden contar entre lunar y lunar.
En cambio, de las que esconde el alma no quiero hablar.
Tengo 70 en la piel, contado a dedillo,
con perfeccionismo.
A ojo, y de manera profusa 22 he encontrado escondidas entre los hilillos roídos del alma.
La mayoría suturadas, cosidas y cerradas.
Alguna se abren y dan guerra.
Pero enseguida se cierran.

La mas grande, la más profunda no tiene final, los médicos temen que nunca se podrá curar.
He pedido una segunda opinión, a mi corazón.
Qué ha afirmado la primera.
Dice adiós, la que te espera.

Algunas escuecen y pican, otras solo arañan. Son sostenibles, orgánicas y tacañas.
Son duras, con o sin costra.
Pequeñas e iseguras, que enseguida se curan.
Los glóbulos rojos son efectivos en su camino.

Pero la gorda, la que cruza mi cuerpo de costilla a costilla, es eterna e infinita.
Cuando deje este mundo se quedará, en otra adolescente que no tiene miedo de su final.
Piensa que su razón es verdadera, y que así no cerrará nunca ninguna puerta.
Pero lo que no sabe, lo que entiende hasta que ya es demasiado tarde y la herida te atraviesa esque no abre puertas, las cierra.

Pone fin a tu amor propio, a tu autoestima y a todos tus logros.
Pierden valor, pierden fuerza.
Lo que un día importo o gusto
se lo traga el odio.
La rabia.
La frustración.
El miedo y la falsa sensación de libertad,
de felicidad.

Al final solo deja miedo, a ti, a todo.

          M         I          E            D            O

                           «miedo»

Porque es una realidad, porque va a seguir pasando, no soy un caso aislado.

La herida no sana, y vuelve cuando menos quieres verla. Se abre y sangra. Llora porque la abandonas.

Deja que llore, deja que sangre.
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